Confiemos en nuestros propios límites
¿Confiamos en nosotros mismos? Puedo imaginar la cara de cada uno de vosotros al haceros esta pregunta. Difícilmente alguien contestará de forma rápida y sin dudar, sea en el sentido que sea.
Claro que a todos nos gustaría contestar con un “sí” como una catedral, pero… ¿podemos realmente hacerlo con sinceridad?
No creo que exista un tope para la autoconfianza. Existen grados, mayores y menores. Y por ello, pienso que lo que debemos hacer es tratar de ir ganándole terreno poco a poco a la misma. Cuanto más confíes en tus propias posibilidades, más lo harán también los demás: de lo que no hay duda es que la confianza trasciende a las personas.
¿Cómo podemos ganar en autoconfianza?
Que levante la mano quien en su fuero interno no albergue dudas, no tenga miedos o no tenga algún complejillo. Todos ellos son elementos que nos entorpecen el camino que nos lleva a una mayor autoconfianza; pero no son elementos que se puedan eliminar como por arte de magia. Ahora bien, sí podemos combatirlos a base de relativizarlos, de convivir con ellos, aceptarlos y analizar objetivamente cuál es el influjo real que nos causan. ¿Cuántas veces nos hemos encontrado con una persona sumamente atractiva que no para de encontrarse defectos físicos? ¿O cuántas veces hemos visto un trabajo brillante del que su autor no está plenamente satisfecho? La cuestión es que si la persona es atractiva para todo el mundo y el trabajo es considerado brillante por casi todos, no debemos prestar demasiada atención al defecto que sólo la propia persona ve o al defecto que únicamente el autor observa en su propio trabajo. Seguramente existirán; pero lo importante es que desde luego no serán demasiado relevantes para una valoración objetiva.
Apostaría a que la mayoría de las personas no verían en otros los mismos defectos que, paradójicamente, sí se ven en sí mismos. Pues bien, mírate a ti mismo como si miraras a otra persona. Tendrás seguro una mejor perspectiva y podrás valorar con mayor objetividad. Acepta tus defectos y tus debilidades, convive con ellos y en lugar de fijarte en ellos, de tenerlos siempre presentes, fíjate en cómo los ven – o mejor dicho, cómo no los ven – los demás. “Pasar” de tus miedos y de tus complejos te hará sin duda más fuerte y te proporcionará mayor seguridad en ti mismo. Ganarás en confianza.